En la madrugada del domingo 1 de septiembre de 2024, Kiev lanzó un ataque masivo con drones en Rusia, específicamente apuntando a instalaciones energéticas. Este incidente marca el día 921 de la guerra en Ucrania, un conflicto que ha mantenido en vilo a la región durante más de dos años.
Según informes, cerca de 160 drones fueron lanzados por Kiev, de los cuales diez fueron interceptados sobre Moscú. Esta no es la primera vez que la capital rusa es blanco de los ataques ucranianos, ya que en el pasado también ha sido objetivo de acciones similares. En esta ocasión, los drones provocaron incendios en la refinería de petróleo de Moscú y en la central eléctrica de Konakovo, en la región de Tver, entre otras instalaciones afectadas.
Las autoridades rusas afirmaron haber destruido todos los drones lanzados por Ucrania, aunque los daños causados ya eran evidentes. Las medidas de seguridad se han intensificado en Moscú y en las regiones fronterizas con Ucrania, lo que ha afectado incluso a la ceremonia de apertura escolar, que se ha visto alterada por la necesidad de reforzar la protección en las aulas.
En medio de estos acontecimientos, Kiev ha presionado a Estados Unidos y otros aliados para que le permitan utilizar armas más potentes suministradas por Occidente, con el objetivo de infligir mayores daños en Rusia y debilitar su capacidad para atacar a Ucrania. Los combates se intensifican en un momento crítico del conflicto, con Rusia avanzando hacia la ciudad de Pokrovsk en el este de Ucrania, un centro militar vital y un importante enlace de transporte.
La situación en la región es cada vez más tensa, con ambos bandos buscando una ventaja estratégica en medio de un conflicto que parece no tener fin. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con preocupación el desarrollo de los acontecimientos y se mantiene atenta a cualquier posible escalada de violencia.