La inflación está regresando a América Latina, y las dos economías más grandes de la región deben cuidarse de no permitir que la política interfiera en su lucha contra ella. En los últimos meses, Brasil y México han experimentado un repunte en los precios, revirtiendo parcialmente la tendencia deflacionaria lograda después de la pandemia. En Brasil, la inflación anual ha alcanzado un máximo de cinco meses del 4,5%, mientras que en México la tasa ha llegado casi al 5,6%, un máximo de 14 meses. Ambos países tienen tasas por encima del objetivo del 3% fijado por sus bancos centrales.
Este aumento de la inflación llega en un momento complicado, ya que las tasas de interés en ambos países están por encima del 10%, lo que significa que los costos reales de endeudamiento siguen siendo relativamente altos. Mientras tanto, la Reserva Federal de Estados Unidos se prepara para recortar las tasas en septiembre, lo que complica aún más la situación.
En Brasil y México, los bancos centrales han adoptado estrategias radicalmente diferentes para hacer frente a la inflación. En Brasil, se ha hablado de la posibilidad de reanudar los aumentos de tasas, mientras que en México se ha producido un sorprendente recorte de tasas. Ambas decisiones parecen estar más influenciadas por consideraciones políticas que económicas, lo cual es preocupante ya que los bancos centrales deben velar por el poder adquisitivo de la moneda.
En el caso de México, el recorte de tasas de Banxico se produjo a pesar de la aceleración de la inflación y en medio de una mayor volatilidad internacional. Aunque hay argumentos que podrían justificar la reducción, como la disminución de la inflación subyacente, la percepción es que se trató de enviar un mensaje político en un momento clave para el país.
En Brasil, el banco central se encuentra bajo presión del presidente Lula da Silva por su política restrictiva. A pesar de tener una de las tasas reales más altas del mundo, el banco central se ve obligado a exagerar sus credenciales de lucha contra la inflación. La próxima cambio de liderazgo en el banco en diciembre también está influyendo en las decisiones actuales.
La inflación es un problema corrosivo que no se puede dejar desatendido. Los bancos centrales de la región han hecho un buen trabajo en las últimas décadas para controlar las presiones inflacionarias, pero la política cada vez más se cierne sobre la política monetaria. Es importante que los políticos se mantengan al margen de las decisiones de política monetaria y que los bancos centrales se enfoquen en su objetivo de controlar la inflación.
En última instancia, las autoridades serán evaluadas por su eficacia en el control de la inflación. Los banqueros centrales deben ser humildes y centrarse en lo que pueden controlar para lograr resultados positivos. La independencia de los bancos centrales no debe ser una barrera para la cooperación en otras áreas de la política económica. Es fundamental encontrar un equilibrio entre las metas de inflación y el crecimiento económico, manteniendo siempre el objetivo de controlar la inflación como prioridad.